El Madrid bordó el fútbol en una coreografía en alta velocidad más
perfectas que se le recuerden en 45 minutos. Hila que te hila hasta
hacerle un traje -cuatro-, la segunda mitad fue otra historia.
Cristiano, bisturí en mano, extirpó el morbo Pellegrini-Mou con tres
goles de exhibición coral de un grupo alrededor del cirujano jefe en
maniobras combinativas a todo trapo.
Asociación, movilidad, vértigo y precisión quirúrgica de primer toque en
corto y en largo. Y sin la herramienta, presión coordinada y agresiva
para asfixiar la posesión contraria en la zona de origen. Di María, de
ventilador, y el portugués, barriendo el frente de ataque con tiempo y
mil modos de alcanzar la zona de remate. Al Málaga le duró el balón un
pestañeo, desnudo, sólo con Joaquín dando la cara que le estaban
partiendo a su grupo, petrificado ante el ritmo insuperable de la jauría
visitante. Cuando despertó en el segundo round ya era demasiado, se
topó con dos palos, la mala suerte y un tal Casillas. Mereció goles
porque el muerto había resucitado al baile del KO.
Debe ser que a Pellegrini lo miró un tuerto cada vez que le toca en
suerte su ex equipo. Sin caer en el ventajismo, el Málaga palmó 7-0
cuando según su versión no le disputó el partido el pasado curso en el
Bernabéu. Esta vez ya le despachaban cuatro con su jeque en el palco en
un exhibición visitante de 45 minutos fascinantes. Y ni veían el balón
cuando lo movía el contrario o le duraba un segundo. Suficientes para
parecer que los 60 millones de euros invertidos necesitán más tiempo y
no tan poderoso enemigo. El guión de fútbol se inició con dos penaltis
en los que Mateu Lahoz, árbitro a la inglesa que deja jugar a veces en
demasía, se inhibió descaradamente. Uno por cada bando porque tanto
Cristiano como Joaquín fueron trabados en el área. Había equilibrio, un
espejimo.
Volaba el Madrid auroritario, ambicioso y dinámico sin necesitar del
contragolpe. Todo era suyo. Hilvanaba fútbol partiendo del lápiz del
carpintero -Xabi Alonso- y con una ferocidad-movilidad de Cristiano, Di
María e Higuaín que hacían parecer al muy mejorado Kaká en otro ritmo
distinto. Cada poseedor de la pelota encontraba hasta cuatro opciones distintas en una sinfonía de movimiento perpetuo.
Cazorla no aparecía y a su mediocampo no le llegaba aire. La supeoridad
resultaba demoledora y Joaquín, un valiente que no podía solo contra el
mundo en sus incursiones.
El primer golpe llegó por la conexión argentina Di María-Higuaín. El
Fídeo tenía ganas de sentirse titular y lo demostró hiperactivo. Pared
con del Pipa, maniobra de distracción llevándose a dos defensas por
fuera para filtrar un pase perfecto hacia el desmarque interior de su
paisano, que sacó el gatillo esquinado. Casi todo lo que tira le entra,
enrachado como nueve puro. Que le dure porque recambio con Benzema
tiene.
Tiempos de exhibición de fútbol y ritmo, y los tres de Cristiano, que
encuentra gol de mil y una formas distintas pese a que en las tres
últimas jornadas le dio más por la asistencia, más generoso. Tiene esas
cosas con su fetiche del gol y esta vez lo encontró en tromba en poco
más de 20 minutos. Primero en un perfecto envío de Di María desde la
derecha que definió CR con un toque entre Demichelis y Mathijsen. El
segundo fue ya de más autoría y empaque. Xabi Alonso prolonga a la
frontal para su alteza que, tras recortar a un Mathijsen lento y
despistado, encontró espacio para soltar un gancho cruzado al palo
derecho. El tercero vino por uno de esos recursos de funambulista que
algunos tanto le critican. Cazó un cabezazo de Ramos con la espuela en
el corazón del área. Ahí es nada, más listo y vivo que toda la zaga
contraria. Algún día colocará uno de espaldinha.
El local reaccionó con casta y buen fútbol en la segunda parte,
también porque el Madrid pasó de la intensidad y la ambición al sesteo.
Ahorro de energía, llegaba de la Champions. También le debió parecer ya
pura formalidad tras el portentoso KO que había infringido y lo debió
pagar más caro. Mourinho intentó parar la rebelión haciendo cambios pero
ya su Madrid estaba en modo ahorro de energía.
Por momentos fue otro partido muy distinto, con el visitante
empotrado y los locales armando fútbol, muy arriba, arrinconando al
'Mouteam' en las cercanías del guardián Casillas. Presión en todo campo y
a tirar con todo lo que había, hasta Buenanotte. Se exigió al mejor
portero del mundo en tres grandes intervenciones a tiros de Eliseu y
Rondón. Y también se topó con dos palos de mala fortuna, sobre todo el
final de Sebastián Fernández. Pera el grupo de Pellegrini llevaba ya
demasiado plomo en el cuerpo como para cambiar su calamitoso destino. Lo
habían borrado en un primer tiempo de escándalo.
Vía | elmundo.es
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